Nunca la elegida. Dejada siempre de lado por motivos conocidos, por razones que me interesa poco cambiar. Opción para pocas ocasiones; no las que me gustaría. El último recurso de algunas mentes desesperadas, de corazones ocupados. La mano que te sostiene… y la que nunca sostendrás.
Me he moldeado para ser el tipo de persona que me gusta admirar, para ser quien me enorgullezca y me deje sin culpas a mitad de la noche. No para ser perfecta, ni para nadie más. Y sin embargo y aunque no me moleste, dicen los registros que este molde no es muy popular. Que sirve para ser admirado, envidiado, odiado y querido quizás. Pero no amado. No elegido.
No soy aquella persona por la que él corre bajo la lluvia con el corazón palpitando de miedo a perderla. Ni la que lo hace desvelar sus madrugadas releyendo conversaciones sin sentido.
Soy la que le ayuda a encontrar a esa persona. Siempre. Y estoy cansada.
Cansada de escuchar las penas y los temores de aquellos corazones que alguna vez quise poseer. Cansada de suspirar nombres que cuando se desahogan se olvidan de mi nombre. Cansada de curar las heridas de quienes terminan hiriéndome.
De ser no la segunda opción, sino la opción que nadie elige.
“Amo tu inocencia. Amo tu sinceridad. Amo tu amistad”, las mismas frases en diferentes labios. “Pero no te amo a ti” se olvidan siempre de decir. Aunque no es necesario, porque yo ya lo sé.
Ya sé que amas la sonrisa de alguien más. Ya sé que sus palabras suenan más bellas, aunque las diga en el mismo orden que yo. Ya sé que sus gustos la hacen más interesante a pesar de que son los mismos gustos que compartimos tú y yo.
Lo sé, porque la miras como nunca me has mirado a mí. Porque le agradeces haberte salvado de tu mugrosa oscuridad. Y yo jamás te digo que la mano que tanteó la tuya en esa oscuridad fue la mía. Porque sé que igual desearías que hubiera sido la suya.
Pero no me elijas, ya no. Es que al fin entiendo por qué nunca soy la elegida. Y agradezco entonces no serlo.
Elige y tiene opciones quien no sabe lo que quiere. Busca en una paleta de colores el que quería pintar de blanco su habitación y luego creyó que de rojo quedaría mejor. O verde, quizá.
Y yo ahora sé que estoy destinada a aquél que camine fijo y con decisión a un solo color. A ese que imaginó su vida entera una habitación de cierto color pastel y recorrió el mundo buscándolo. Ni un tono más ni un contraste menos.
Y ahí, en ese momento, no seré elegida.
Seré encontrada.